Ya estamos primeros días de julio, y los estudiantes
universitarios estamos con una mezcla de sentimientos tremenda, porque, por fin
acabamos un ciclo más y por otro lado la angustia de los exámenes finales, ya
que para muchos la nota de ese examen es la que nos puede salvar de no repetir
el curso.
No sé si es el frío, o que ya no hay nada que hacer, pero ni
los alumnos y ni los profesores asisten a clases, lo que pasa es que existen
algunos apuraditos que piensan que están en una maratón y corren de tal forma
que el syllabus lo terminan a mediados de ciclo y como ya no hay nada que
hacer, en las clases se la pasan hablando sobre la gran persona que es,
mientras nosotros, los alumnos, nos preguntamos “¿POR QUÉ A MI?”
Sin embargo, también tenemos a esos profesores que no vienen
a clases o siempre llegan tarde y por su culpa tenemos que recuperar clases
cuando no nos corresponde, ay si supiera que en estos momentos me acuerdo tanto
de su madre.
Seguro que a más de uno sentirá esa pesadez de querer
chancarla y aprobar sea como sea, ese curso que nos causa nauseas.
Por otro lado, la felicidad de fin de ciclo se siente por
varias razones, porque al terminar el ciclo, tenemos unas cuantas semanas de
vacaciones, que particularmente las pienso disfrutar haciendo lo que más me
gusta, DORMIR; otro gran motivo es que al terminar el ciclo, ya no veras a esos
profesores que odio y odié tanto, por fin ya no estaré sentada soportando su
asquerosa personalidad egocéntrica, ya no tendré que aguantar esos discursos
éticos y me libraré de esas horas de aburrimiento, donde la verdad, no aprendía
nada.
En conclusión ya acabamos un ciclo, es decir, estamos más
cerca a terminar la carrera, así que ha darle con todo y aprobar sea como sea y
si no es así, vamos con todo con los rogatorios y con mucha, mucha fe.
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